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martes, 17 de abril de 2018

Electrochoque

Alabando suele comenzar la gente sus textos eróticos, pero hoy no es el día. No aquí.

Porque aquí hay mucho más que eso. Aquí huele a menta, pero llueve. Crece la hierbabuena de las juntas, en las aceras. Las nubes dan la sombra, cuando los árboles no llegan. Huele a menta y llueve por dentro. Otros dirían que condensa. Otras que sobra la calefacción. Opinarán de mil maneras.

"Nunca es demasiado tiempo" cuando afirman que nunca llueve a gusto de todos. Para colmo. Aprendiendo a nadar sobre el atardecer de tus sábanas. Kilómetros deslizados sobre la cama. La eternidad del nunca en poco más de una mirada. Y las manchas, difuminadas en la almohada.

Destellos de luz morados sobre tus ojos, sobre la cama. Debería cerrar la persiana, pero el Sol del invierno te sienta bien. Te pega. Voy a por agua. En la selva. Donde las palmeras crecen y la humedad es alta. Donde las luces de la noche eclipsan al alba. Donde las tormentas de verano refrescan la playa.

Estoy obsesionado con la menta, no con los olores adyacentes. Lo bueno de la tormenta es que lo primero que sientes es el relámpago. O que me sacudirías como un rayo al llegar abajo. Soy de material conductor, si pero no sé cuanto. Y el día que explicaban Faraday nos lo pasamos por alto. ¿Voy preparando baterías para almacenarlo?

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