Hoy borré el pantallazo donde me preguntabas si me ibas a volver a ver, excusándote porque andarías débil. Y eso ha de provocar algo en mi, pues será la causa, pero nunca he sido bueno olvidando (y no son incompatibles). Este maestro hace tiempo perdió su librillo en tu huracán. Aún sigo andando en círculos.
Y como si llevara días sin dormir a veces tengo alucinaciones externas a ti, que acaban sirviendo de alcohol en la herida y ducha por la mañana, de agua fría en la cara. Pero nada iguala el dolor de no recordar las estrellas posadas sobre tu piel. Maldito en un taburete y en dos reflejos de Madrid. En la única luz de mi larga calle. En secretos descubiertos como de antiguas cajas.
En el eterno púrpura que veo cada vez que cierro los párpados. Y en las ganas que tengo de enseñarte Honfleur.
Ya ardí una vez y, no supe caminar sobre las ascuas. Ahora el cosmos me llama y se lo cojo, claro. Mucho se quedará con mi paraguas y con gotas en un portal. Aunque claro, mucho ha llovido... Mucho ha llovido. Ahora sé esquivar minas sin cargar con cruces, y cada vez cojo menos buses. Y más tubos.
No será el fuego quién lo tenga que quemar. El agua siempre gana.
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